María Paula Arango Zambrano
Fe y Alegría Internacional
María Paula Arango Zambrano
Fe y Alegría Internacional
La desigualdad presente en el contexto actual de la humanidad se evidencia incluso en acciones tan concretas como el saber leer, escribir o resolver un simple problema matemático. Sí, en pleno siglo XXI millones de personas mayores de 15 años, en especial provenientes de países del continente africano, no pueden desarrollar estas capacidades que están fuertemente relacionadas con el desarrollo del individuo y la productividad de los territorios.
Según las últimas cifras oficiales de la UNESCO (2017), en el mundo hay cerca de 750 millones de personas analfabetas, un número que seguramente se incrementó debido a los graves daños ocasionados por la pandemia de la COVID- 19, situación que vulneró fuertemente el derecho a la educación. Las escuelas estuvieron cerradas por muchos meses, incluso años.
La indivisibilidad de los derechos ya sean civiles, políticos, económicos, sociales o culturales, son inherentes a la dignidad de todas las personas. Por consiguiente, al quebrantar el derecho al acceso o en su defecto a la calidad educativa; causa, por efecto dominó, que otros derechos sean vulnerados sin excepción, en especial en las poblaciones con mayores índices de pobreza.
Y si hacemos un foco en el continente africano, la situación empeora aún más. El analfabetismo es, sin lugar a dudas, uno de los mayores retos de África. En primer lugar, porque tiene la mayor tasa de analfabetismo de todas las regiones del mundo: más del 40% de la población mayor de 15 años, según las cifras del Banco Mundial y la UNESCO (2015- 2017). Además, es también en África donde los factores que contribuyen al analfabetismo están más presentes: la mayor proporción de niños y niñas que no acceden a la educación primaria o que la abandonan prematuramente (40%) ; ó ni siquiera dominan los aprendizajes básicos al final de la escuela primaria (50%); cifras que seguramente son más altas, luego de la crisis causada por la pandemia. (Cifras de la Asociación por el desarrollo de la Educación en África -ADEA- )
Además, estos datos cuantitativos también ponen en evidencia que el acceso educativo no es el único requisito para no ser analfabeta, la calidad educativa, por lo tanto, se convierte en un factor fundamental para disminuir estos niveles. Razón por la cuál Fe y Alegría es un actor importante en medio de este contexto.
Los retos para nuestro Movimiento en el continente africano
Chad y Guinea Conakry (Guinea), dos de los países donde desarrollamos nuestra misión, se ubican entre los 20 países con mayor número de analfabetos en el mundo: 59.80% y 69.60% respectivamente, según cifras del Banco Mundial. Datos que prenden alarmas pues sobrepasan por más de 19 y 29 puntos la media en África (40%) y revelan que más de la mitad de la población mayor de 15 años en estos países, no saben leer ni escribir.
Por su parte, en procesos de alfabetización, países donde también hacemos presencia, la UNESCO resalta cómo República Democrática del Congo (77,04%), Madagascar (71.57%), Angola (66,03%), Kenia (78.73%) tuvieron avances significativos, hasta el 2017, en la disminución del analfabetismo. Datos mucho más alentadores que el panorama de Chad y Guinea Conakry.
Sin embargo, es importante alertar que no se ha realizado una medición luego de la crisis sanitaria causada por el coronavirus y, por lo tanto, actualmente es posible que el panorama de analfabetismo en África sea mucho más grave.
La educación popular, tiene y tendrá sin duda un papel fundamental en los esfuerzos que se desarrollen con el fin de disminuir esta brecha; en especial la propuesta educativa de Fe y Alegría que apuesta no solo a garantizar el derecho a la educación, sino que quiere asegurar una educación de calidad para todas y todos.
En conclusión, los niveles de analfabetismo están directamente relacionados con la calidad en la educación y, por ende, el acceso a los derechos y el desarrollo de los países tiene que ver también con la alfabetización, lo que nos invita a centrar la atención allí. Al fin y al cabo, aquí es donde empieza todo: con la capacidad de leer, comprender y escribir.
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