Roberto Jaramillo S.J.
Presidente CPAL
Roberto Jaramillo S.J.
Presidente CPAL
El Pacto Educativo Global (PEG) que el papa Francisco ha propuesto es una invitación y una ocasión particular para que todos asumamos nuestro papel de educadores. Ningún actor social, independientemente del tipo de actividad a la que se dedique, es excluido en esta tarea. El Papa lo tiene claro y la propuesta ha sido lanzada para todos.
Sea que nos dediquemos a trabajar con la niñez, con los jóvenes o con los adultos, acompañando una comunidad indígena o en una radio, en un centro de espiritualidad o en la publicación de una revista; sea que ejerzamos nuestra responsabilidad social en la formación deportiva o la promoción artística, en la organización comunitaria, en la reflexión sociopolítica, en las labores estrictamente pastorales y sacramentales o en la formación familiar, en la capacitación técnica o en la enseñanza infantil, media o superior, todos somos educadores.
Educar es, literalmente, “ayudar a las personas para que saquen lo mejor de sí” (del lat. educere); y en ese desafío nos encontramos todos. Permitir y ayudar a que cada una de las personas -sin excepción ninguna- tenga efectivamente la oportunidad y no sólo la titularidad o la capacidad de desarrollar y manifestar su ser singular, es colaborar en la obra maravillosa de la creación: educar.
El futuro de la humanización del planeta pasa por la educación: no hay otro antídoto mejor contra la violencia y la guerra, la exclusión y la humillación de millares, la deshumanización y degradación de la creación, la desigualdad y la injusticia que aqueja al mundo. Mientras que haya una sola persona operativamente impedida de desarrollar y manifestar lo mejor de sí, se justificará todo el esfuerzo educativo del resto de la humanidad. Ser omisos a esa responsabilidad personal y social, o renunciar a ella dejándola en manos de unos pocos (la escuela y sus actores) es renunciar a la propia humanidad.
La Compañía de Jesús se ha destacado a lo largo de su historia por su protagonismo en el campo de la educación; no sólo por la fundación de colegios y universidades, sino por su creatividad en la capacidad de proponer “modo y orden” a la hora de ejercer la vocación educativa. La ratio studiorum marcó una época de la humanidad y dejó su impronta durante muchos años no sólo en el que hacer pedagógico (de escuelas diversas) sino en la acción educativa en general. Impresiona ver cómo las intuiciones más propias de San Ignacio y los jesuitas de las primeras generaciones han sido retomadas múltiples veces, y no dejan de estar presentes y ser actuales en la tríada: experiencia, reflexión, acción (ver, juzgar, actuar), que sigue siendo la base del paradigma educativo contemporáneo bajo diversas formas y denominaciones. Esa acción educativa ha sido ejercida por el cuerpo apostólico de la Compañía de Jesús no sólo en escuelas formales sino en los más diversos campos apostólicos: entre los pueblos originarios, en el desarrollo de las artes, en las tareas de la comunicación o de la espiritualidad, del servicio social, de la capacitación popular, de la formación de adultos, de la enseñanza no formal, etc.
La semana pasada se reunió la comisión internacional encargada de reflexionar sobre la renovación del Proyecto Educativo Común de la CPAL (PEC), en el marco de la realización de un interesante semanario que desarrolló tres desafíos importantes: educación y ciudadanía, innovación educativa y formación humana integral.
La comisión ha realizado ya una fase importante del estudio y reflexión encargada por el PAC.2, que nos lleva a la conclusión de que: habiendo sido el PEC un instrumento pionero del desarrollo de la filosofía y propuesta pedagógica y educativa de la CPAL, y reconociendo que ese texto merece una remozada en ciertos conceptos y propuestas, sigue siendo un marco referencial importante que no queremos desconocer en su valor singular. Por eso agradecemos a Dios, a sus autores y a todos los que durante los pasados 17 años han contribuido para que sus orientaciones produjesen tanto fruto. De alguna manera – no exclusiva- sus orientaciones han sido inspiradoras y motivadoras del trabajo educativo, y han sido recogidas, desarrolladas y llevadas adelante -actualizadas, en muchos casos- en múltiples documentos regionales, provinciales e institucionales; han sido incluso recogidas en documentos de carácter internacional por la curia general.
Ahora bien, dado que educar no es simplemente escolarizar sino que es una tarea que nos compete a todos los actores sociales, en el marco de del Pacto Educativo Global y del Proyecto Apostólico Común (PAC2) queremos, junto con todo el cuerpo apostólico de la Compañía de Jesús en la CPAL, y mirando el contexto de nuestra realidad latinoamericana con sus luces y con sus sombras, continuar nuestra trabajo teniendo como objeto de reflexión la acción educativa de todo el cuerpo apostólico de la Compañía de Jesús en América Latina y el Caribe, y continuar realizando la tarea de la comisión hasta llegar a proponer unas orientaciones comunes fundamentales que, gracias a la colaboración y el trabajo en red, nos permitan ser más asertivos en el servicio educativo que desarrollamos.
Por esa razón no vamos a actualizar o a remozar el PEC, sino a reconocer y honrar su valía y su impulso inspirarnos en él y en lo que ha generado, para tratar de desarrollar una propuesta nueva que ayude a sintonizar nuestra múltiple acción educativa desde el lugar de inserción apostólica en que esté cada miembro del cuerpo apostólico. Buscamos, pues, un multitexto (multi: en sus formas, en sus posibilidades, en sus interlocutores, etc.) que nos ayude a inflamar ignacianamente todas las acciones educativas (apostólicas) que realizamos en la diversidad de servicios que prestamos.
¡Acompáñennos en esta tarea porque, ya que todos educamos, su participación es fundamental!
A la vez que damos gracias a Dios por esta maravillosa tarea, queremos AGRADECER especialmente la existencia durante 23 años de la CPAL, que hizo su aniversario el día 27 de noviembre. ¡A todos y todas felicitaciones!
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