Dani Villanueva, SJ
Palabras de apertura del Congreso 49 de Fe y Alegría
Querida familia de Fe y Alegría.
Es verdaderamente emocionante estar hoy aquí, con ustedes. Desde el inicio, quiero hacer un reconocimiento especial a la provincia Jesuita de Ecuador y a nuestra querida Fe y Alegría Ecuador, que con tanto cariño nos acoge y ha puesto tanto empeño en la preparación de este Congreso. Chino, Geo, Comisión del Congreso y todo el equipo organizador por favor poneos de pie y recibid este fuerte aplauso de reconocimiento.
Dice el Papa Francisco que la auténtica fe siempre conlleva el profundo deseo de transformar el mundo. Y no tengo duda que es así, que la fe de Fe y Alegría es la que nos dinamiza hacia ese horizonte de alcanzar la justicia educativa, concretada en la igualdad de oportunidades educativas para todos los hombres y mujeres. Nuestro fundador, José María Vélaz SJ, señalaba que este es el primer paso, ineludible, hacia la justicia social y estructural.
Y así llevamos casi 70 años caminando como movimiento de educación popular, con la misma convicción de nuestros inicios, pero sin duda con un renovado dinamismo. Este es el significado de ser movimiento: creemos y experimentamos que el Espíritu se expresa – como decía Vélaz – en la selva, en los talleres, en los libros… es decir, en cada contexto, persona, comunidad y proceso educativo. Es por eso que sólo a través del diálogo, la negociación intercultural y la construcción conjunta podemos discernir nuestros llamados y articular nuestras respuestas. Ser movimiento implica estar siempre en profunda actitud de escucha, implica dejarnos interpelar… dejarnos tocar por la realidad cambiante y en permanente búsqueda de nuevas respuestas a los desafíos que enfrentamos. Esa es precisamente la razón que nos trae hoy a Quito.
Los Congresos son ese espacio por excelencia en el que, cada dos años, el Movimiento se piensa, se formula, aprende y se proyecta. Partimos de la práctica para, después de la reflexión, volver sobre ella y transformarla. Así se recrea Fe y Alegría.
Por eso estamos aquí, para construir juntos una reflexión sobre nuestra práctica, nuestras opciones y nuestra acción transformadora a través de la educación.
Si recuerdan, el anterior Congreso tuvo lugar en Colombia, en plena pandemia, cuando denunciamos la emergencia educativa global. En ese momento, el foco estuvo en nuestros educadores y educadoras y su reconocerse como agentes de transformación social, respondiendo a las nuevas fronteras de la exclusión.
En esta ocasión, en Quito, reflexionaremos sobre los desafíos de la educación popular a nivel global, las respuestas pedagógicas de los países y el desafío de seguir concretando la educación popular en cada contexto, incluído el reto de acompañar propuestas educativas transformadoras más allá de Latinoamérica. Queremos construir una propuesta educativa equitativa, inclusiva, de calidad, que genere oportunidades, acorte brechas y procure aprendizajes para la vida. Cómo hacer esto en cada contexto es una pregunta que dinamiza al movimiento y ha generado un diálogo sin precedentes, una conversación global de experiencias y procesos locales que hoy nos trae al inicio de este congreso.
Fijense, que estamos aprendiendo a dialogar cada vez mejor como movimiento, y la articulación de este ejercicio de discernimiento internacional es algo inédito en nuestra historia. La preparación de este congreso nos ha enseñado a escuchar, tejer y formular desde el nivel de aula hasta espacios internacionales como el que hoy inauguramos. Esta metodología, innovadora, participativa, constructora de narrativa e identidad desde nuestra raíz local de la labor educativa, es ya uno de los primeros frutos de este congreso.
Se dice fácil, en el último año hemos estado trabajando y generando los insumos para este congreso. Logramos conformar 78 comunidades de aprendizaje, con 763 participantes; 74 círculos de diálogo pedagógico donde participaron 173 centros educativos; contamos con 515 acompañantes pedagógicos y 1307 jóvenes de 11 países en 29 comunidades de aprendizaje; además de nuestros equipos docentes, equipos nacionales y 22 direcciones nacionales.
Así sí se construye la voz de Fe y Alegría, así se expresa nuestro Movimiento.
Gracias a cada uno de ustedes.
Han sido muchos meses de trabajo, conversaciones, intercambios de saberes, síntesis y sistematización para llegar a este momento. ¿Hasta dónde podrán volar el Ingenio, la Ilusión y los anhelos de estos días? Por aquí han ido algunas de las claridades recibidas.
2. Es urgente acompañar a jóvenes y mujeres en educación no formal y desarrollo comunitario, promoviendo su formación para toda la vida, fomentando su participación en la vida pública, el trabajo y redes de incidencia.
3. Debemos continuar mejorando nuestro modelo educativo con enfoque en calidad, equidad, inclusión y sostenibilidad, adaptado a los contextos y cuidando a las personas y el medio ambiente.
4. Necesitamos seguir formando equipos con vocación pedagógica y visión transformadora desde la educación popular.
5. Es crucial fortalecer la colaboración, el intercambio de experiencias y las alianzas estratégicas para asegurar la sostenibilidad de nuestra misión.
6. Nuestra colaboración con el Estado es fundamental para garantizar el derecho a la educación de calidad e influir en políticas educativas, compartiendo nuestras experiencias transformadoras.
7. Sentimos un llamado profundo a colaborar con mayor audacia como movimiento de Iglesia, junto a las diversas congregaciones que son la ‘mina espiritual’ y la fuente de la riqueza de carismas que nutren a Fe y Alegría.
8. Necesitamos seguir promoviendo y facilitando la participación activa de las comunidades educativas. Nuestra diversidad creciente no puede ser un obstáculo sino una enorme oportunidad. Esta es parte de nuestra profecía.
Fijense, que Fe y Alegría exista (y se articule con sentido) es toda una provocación. Es una profecía. Es posible entenderse, es posible trabajar juntos y juntas por la dignidad con los pueblos y comunidades en favor de la educación como bien público y es posible organizarnos para hacerlo desde los barrios y comunidades hasta la escala internacional y hacerlo desde un sentido profundo de justicia educativa.
Creemos firmemente que el Espíritu se expresa en este movimiento de Iglesia, misionero, sinodal y diverso. Movimiento bien vivo que canaliza el clamor de cientos de miles de personas que sueñan y trabajan en esta misión compartida. Es por eso que el diálogo y la construcción conjunta son nuestras principales herramientas para proyectar el futuro.
Somos testigos de que Fe y Alegría transforma. Lo vemos cada día en nuestras aulas y programas educativos. Por eso, la esperanza es nuestro lenguaje. Una esperanza que, como diría Freire, es un acto de amor y coraje. Esperanza que es acción sobre el mundo para transformarlo. Una esperanza cristiana que, como señalaba Moltmann, ha tenido efectos revolucionarios en la historia. Es una esperanza que es política, que genera tensión y busca el cambio. Esperanza que – como dice Han – florece en la fragilidad y nos pone en camino hacia lo nuevo.
Nuestro movimiento es un espacio de esperanza, una apertura a esa novedad de Dios de la que habla Isaías “He aquí que yo voy a hacer una cosa nueva; pronto saldrá a luz; ¿Acaso no la sienten? Otra vez abriré camino en el desierto, y ríos en la soledad”.
Compañeros y compañeras atrevámonos, como decía Vélaz. Atrevámonos a estar en las fronteras, acompañando, escuchando, aprendiendo. Posibilitemos el diálogo y la esperanza, y descubramos juntos el poder que emerge cuando alguien se reconoce a sí mismo como sujeto, capaz de transformar su propia historia y contribuir a nuestro futuro común.
Que la indignación que nos dinamiza ante la marginación y exclusión se transforme en esperanza profética para los miles de personas que formamos este movimiento. Que el deseo de justicia educativa se traduzca en propuestas concretas que posibiliten transformaciones radicales, esas que despiertan a la ciudadanía y empoderan a las comunidades en el proyecto más humanizador posible.
Somos los herederos de las grandes esperanzas de Vélaz… y “es exigencia de nuestra propia identidad, como movimiento, la revisión permanente, la desinstalación continúa, para vivir con mayor coherencia y fidelidad nuestro compromiso con los más necesitados.” Eso es lo que estamos haciendo hoy, aquí.
Pues sin más, y en nombre de todo el movimiento de Fe y Alegría declaro abierto este Congreso e invoco a todos los actores y actrices, presentes y remotos, a poner todo nuestro empeño en que estos dos días podamos aprender, clarificar, recrear y proyectar nuestra misión compartida.
¡Muchas Gracias!
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