El pasado 24 de enero, el Gobierno de los Estados Unidos ordenó la suspensión de la mayoría de los fondos destinados a la ayuda exterior. Como consecuencia, cientos de organizaciones no gubernamentales se han visto obligadas a detener de inmediato programas esenciales de ayuda humanitaria, salud, derechos humanos y educación.
La congelación de estos fondos ha interrumpido la continuidad de proyectos educativos financiados por donantes y agencias norteamericanas de Fe y Alegría en países como El Salvador, Paraguay y Honduras.
Esta medida ha obligado a la suspensión de operaciones en curso, impactando directamente a más de 16.372 personas en situación de extrema pobreza que se benefician de nuestros programas de cooperación y ayuda humanitaria. Sin apoyo extraordinario, el empleo de 333 colaboradores también está en riesgo.
Desde Fe y Alegría, como movimiento internacional de educación popular, alertamos sobre el impacto de este tipo de medidas, que no solo tienen consecuencias económicas inmediatas, sino que también cuestionan profundamente los principios de solidaridad y justicia que deberían guiar toda acción global.
Nuestro trabajo como red educativa en las fronteras es fundamental para la defensa del derecho a una educación de calidad para todas las personas, una educación que actúa como motor de transformación social en las comunidades con las que trabajamos. Si bien nuestra principal financiación siempre ha sido local —pues los Estados nacionales deben ser los principales responsables y garantes de los sistemas educativos—, también creemos que, en contextos de especial vulnerabilidad, la comunidad internacional tiene el deber de proteger y garantizar derechos esenciales como la educación, la salud y un medioambiente saludable. Estos bienes públicos globales trascienden fronteras y son responsabilidad de toda la humanidad.