25 de mayo de 2022
Por: Antonio Pérez Esclarín (pesclarin@gmail.com)
El pasado 12 de mayo, en rueda de prensa presidida por el Cardenal Baltasar Porras y los directivos de Fe y Alegría, se anunció el inicio de la causa para llevar a los altares a Abraham Reyes y Patricia de Reyes, que con su generosidad heroica posibilitaron el nacimiento de Fe y Alegría.
Modelo de matrimonio popular, Abraham y Patricia nacieron muy pobres en el campo venezolano: Abraham en las montañas de Falcón y Patricia en Barlovento. Se conocieron e hicieron sus vidas en un barrio marginal de Caracas, y son ejemplo de esa Venezuela profunda, pobre pero honrada y generosa, en la que el trabajo y el esfuerzo eran los medios esenciales para echar pa’lante.
Abraham y Patricia empezaron a construir su casa en lo que hoy es el 23 de Enero. Querían una casa grande, pues querían tener muchos hijos. De hecho tuvieron 13 y además criaron otros seis. A construir su casa dedicaron todos sus ahorros, esfuerzos y sacrificios de ocho largos años. Además de cuidar a los hijos y realizar las tareas del hogar, Patricia cargaba el agua para batir la mezcla desde el pie del cerro en una lata sobre su cabeza, incluso estando barrigona. También ayudaba a pegar adobes. Poco a poco, como un árbol de vida, la casa fue creciendo de sus manos y sus sueños. Y cuando todavía estaba fresco el olor del cemento y no habían tenido tiempo de acostumbrarse al milagro de verla terminada, se la regalaron al Padre Vélaz para que realizara su sueño de fundar una escuela.
-Si me quedo con ella –trataba de convencer Abraham al Padre Vélaz, que dudaba en aceptarla– será la casa de mis hijos. Pero si la hacemos escuela, será la casa de todos los hijos del barrio.
Ante el gesto de Abraham y de Patricia que apoyó con firmeza el regalarla, el Padre Vélaz tuvo una corazonada: Si había personas capaces de darlo todo, sí sería posible realizar el sueño de llenar de escuelas los barrios más pobres.
Así nació Fe y Alegría: en una casa regalada, con cien niños sentados sobre el piso, sin pizarrones ni pupitres, con dos maestras que solo tenían sexto grado.
Poco después de entregar la casa, Abraham se incorporó a la Legión de María en su Parroquia Jesús Obrero de Los Flores de Catia. Allí, aceptó con entusiasmo la invitación a participar en el Diaconado Permanente. Después de cuatro años de preparación, se ordenó de diácono y fue uno de los ocho primeros diáconos casados en Venezuela. Su experiencia más significativa como diácono la realizó en el barrio Plan de Manzano, viviendo en un rancho con cuatro seminaristas. Visitar a los enfermos y llevarles la comunión, sobre todo los “primeros viernes”, fueron su actividad más gozosa hasta los últimos días de su vida.
Matrimonio sencillo y padres de familia ejemplares, sin formación al comienzo ni académica ni religiosa, fueron ascendiendo el camino de una espiritualidad cada vez más profunda, que colmó sus vidas de plenitud. Para decirlo con palabras del propio Abraham: “Cuando entregué la casa, me entregué también a las cosas de Dios. Desde entonces me siento muy feliz. Yo creo que es mucho más importante darse que dar cosas. Uno recibe más cuando da, cuando regala su vida, y así es más feliz”. A su vez, Patricia expresó: “Mi esposo me dijo si podíamos dar la casa. Yo le dije que sí. Cuando una ha tenido que luchar duro en la vida, se siente muy feliz al tener algo que dar a los demás”.
Con la protección y guía de Abraham y Patricia, Fe y Alegría renueva su compromiso de trabajar por un Pacto Educativo Nacional para salvar la educación y así salvar a Venezuela.