Edwin Manueles
Coordinador de Educación Popular y Promoción Social | Fe y Alegría en Honduras
Desde sus inicios en Honduras, Fe y Alegría promueve estrategias formativas y pedagógicas para el impulso de las y los jóvenes, favoreciendo la creación de factores y condiciones que contribuyan a su desarrollo pleno, sano y feliz. Nos hemos propuesto caminar a su lado y acompañarlos en el descubrimiento de los grandes tesoros que llevan dentro, desde la cercanía afectiva y la confianza mutua, para invitarles a transitar con esperanza hacia la creación de un futuro digno fundamentado en el amor y el servicio.
Honduras cuenta con una población muy joven que representa una fuerza política, social y productiva importante. Sin embargo, este sector sobrevive en un contexto de escasas oportunidades que limitan el pleno desarrollo de sus potencialidades y a la vez les colocan en una situación de desventaja frente a los retos y desafíos que genera el siglo XXI.
Las políticas de nuestro país, por años han descuidado este grupo poblacional, hasta el punto de abandonarles a su suerte al no propiciar los escenarios que favorezcan las condiciones y oportunidades que aviven sus sueños de vida plena. Esto les ha hecho una de las mayores víctimas de la exclusión y el empobrecimiento, atrapándoles en ambientes propicios para la violencia, el alcoholismo y el consumo de drogas.
En este contexto y realidad, es de vital importancia recuperar la esperanza de las y los jóvenes, acompañándolos en las decisiones y acciones que han de fundamentar su proyecto de vida, yendo a su encuentro para andar con ellas y ellos, para escuchar su pensar y comprender su sentir. La gran demanda de las y los jóvenes hoy día es ser escuchados y entendidos desde su realidad, y sentirse acompañados en el desarrollo de sus talentos juveniles.
Desde el programa “Juventudes transformando desde la acción”, Fe y Alegría se propone fortalecer las capacidades juveniles, reconociendo a éste como uno de los colectivos más vulnerados en sus derechos. En este marco, partimos desde el sentir y pensar juvenil, acompañando los dolores internos que les aquejan e indignan, dándoles voz y animando a la generación de un movimiento juvenil que sea capaz de demandar, proponer y transformar desde la movilización organizada.
A las y los jóvenes hay que amarlos y abrazarlos con el corazón abierto, acompañarlos con espíritu animoso y con consciencia de su realidad herida y vulnerada. Y desde aquí, estamos invitados e invitadas a permitir que ellas y ellos descubran en sí mismos y en los demás las habilidades humanas de liderazgo para ir cambiando su propia realidad y la de sus comunidades.
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