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adminfya

02 diciembre 2021

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Testimonio – Delphin Kangu Tundenge

Quiero compartirles, en unas pocas líneas, mi compromiso, coraje y bravura en este período de crisis sanitaria mundial ocasionada por la COVID-19. Hay que empezar reconociendo que esta enfermedad ha contribuido, en gran parte –y todavía contribuye–, a agudizar la miseria de la población más vulnerable. Las condiciones de vida durante este período de pandemia no podían favorecer la paz y la seguridad de las familias, empezando por la mía.
Todo el mundo tenía miedo a contagiarse de la enfermedad e, incluso, de morir. Y yo, como padre de familia, no era una excepción. Yo vivo en Kisantu, con mi esposa, y todos mis hijos viven en Kinshasa, la capital, considerada como el epicentro de la enfermedad. El cierre de la frontera y el estado de emergencia paralizaron todo a nivel interno. Yo no podía moverme para ir a Kinshaha y ayudar al sostén de mis hijos.
Como todo el mundo sabe, esta pandemia ha paralizado muchas actividades. Nosotros mismos, como docentes, hemos tenido muy serias dificultades para sobrevivir con el mísero salario que el Estado nos otorga al fin de cada mes. Nos ha tocado vivir momentos muy difíciles. Era necesario luchar fuerte para sobrevivir y era también necesario pensar junto a Fe y Alegría para no perder el dinamismo.

Para sobrellevar las dificultades y poder sobrevivir, me tocó mostrar mucho coraje y valor. Necesitaba vencer el miedo a contagiarme. Yo me había comprometido a ayudar a mis hermanos y hermanas a comprender que la enfermedad existía y que no había que dejarse llevar por los falsos rumores, que decían que la enfermedad solo atacaba a las personas adineradas. Necesitábamos perder el miedo y asumir la vida de un modo positivo. Era necesario batirse como un león y continuar con nuestros trabajos en el campo para garantizar nuestra sobrevivencia.

“Para sobrellevar las dificultades y poder sobrevivir, me tocó mostrar mucho coraje y valor. Necesitaba vencer el miedo a contagiarme.”

Como coordinador de la red de Fe y Alegría de Kisantu, nos mantuvimos en contacto con nuestros socios educativos. Durante la primera ola, yo había sentido la necesidad de escucharles, hablarles y darles el mensaje oficial sobre las consecuencias de la pandemia. De común acuerdo con el equipo nacional, organicé sesiones de sensibilización con los padres, docentes y directores sobre las medidas para prevenir los contagios. También, aproveché para concienciar a la comunidad mediante distintos programas radiofónicos de Fe y Alegría en la radio de la Diócesis de Kisantu.
Nuestro equipo local, bajo mi impulso, ha ayudado, en gran medida, a superar el cierre de las escuelas durante la primera ola y el confinamiento que duró cinco meses desde marzo hasta agosto del 2020.

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