Javier Barrios | Equipo de Comunicación de Fe y Alegría Venezuela
Un corazón rojo y tres infantes tomados de la mano simbolizan el amor, la hermandad y la unión, recordándonos una infancia y juventud que nos inspiran desde la fe y la alegría. Este emblema representa un espacio seguro, armonioso y amable, donde resuena el sonido de las risas, una casa que alberga esperanza y los rostros brillantes de una juventud plena. Alguien se ha preguntado por qué los niños, niñas y jóvenes asisten a la escuela de Fe y Alegría y regresan llenos de alegría y mucha confianza.
El nombre «Fe y Alegría» y su logo, un corazón rojo con tres niños evoca un profundo significado que va más allá de simples palabras. En el corazón de esta designación se encuentran dos valores fundamentales que inspiran y dan vida a esta obra: la fe y la alegría. Estos dos elementos están integrados en la esencia misma de la misión que se ha propuesto a lo largo de los años: brindar educación y esperanza a los niños y jóvenes en situaciones de vulnerabilidad.
La fe, en este contexto, se refiere a una creencia sólida y firme en el amor y la bondad de Dios. Es la confianza inquebrantable en que cada niño y joven es valioso y merece una oportunidad para crecer y desarrollarse plenamente. La fe implica un compromiso con el servicio y la justicia, impulsando a quienes forman parte de esta obra a actuar con compasión y dedicación hacia los demás. Esta fe se materializa en la acción, convirtiéndose en un motor que mueve a las personas a ayudar a los más necesitados, recordando que cada acto de bondad puede transformar vidas.
Por otro lado, la alegría es una manifestación de la esperanza y el amor que se cultiva en el día a día de esta labor. La alegría que se experimenta al ver a un niño aprender, crecer y, sobre todo, sonreír es inigualable. La alegría no se limita a la ausencia de problemas; es un estado del ser que destaca la satisfacción de vivir con propósito, de encontrar en la entrega y el servicio una razón para sentirse pleno. Esta alegría se provoca en cada paso en el camino hacia una educación inclusiva y de calidad, donde cada niño tiene la oportunidad de brillar.
El símbolo del corazón que contiene a tres niños tomados de la mano, que se asocia con «Fe y Alegría», enfatiza la idea de que en el amor, la unidad y la comunidad es donde realmente se encuentra la solución a los desafíos que enfrentan muchos. Cada niño representa no solo a un individuo, sino a todas las esperanzas y sueños que llevan consigo. La imagen de ellos tomados de la mano es una invitación a la solidaridad, a trabajar juntos para construir un futuro más brillante.
El Padre José María Vélaz, quien fue uno de los fundadores de esta iniciativa, entendió desde el principio que el nombre debía reflejar el corazón mismo de la misión. A pesar de las dudas iniciales que generó la elección de «Fe y Alegría», con el tiempo, su resonancia se hizo evidente. Este nombre se convirtió en un himno para muchos, una expresión de los ideales que abrazan a quienes se comprometen con la educación y el bienestar de los más vulnerables.
«Fe y Alegría» no es solo un nombre: es un llamado a la acción, un recordatorio de que, con fe en Dios y alegría en el corazón, se puede cambiar el mundo, empezando por la vida de un niño. La combinación de estos dos valores ilustra la esencia de un movimiento que busca impactar positivamente a la sociedad, cultivando la esperanza en las futuras generaciones. La aventura de vivir y servir, llena de desafíos, es también un camino repleto de momentos de alegría, interacciones significativas y un profundo sentido de comunidad. En este marco, cada uno de nosotros tiene un papel que desempeñar en la construcción de un mundo donde la fe y la alegría siempre prevalezcan.
La alegría es un contagio inevitable. Las personas radiantes de felicidad tienen el poder de transmitir esa chispa a su alrededor. Por ello, el Padre José María Vélaz siempre consideró fundamental que los educadores de Fe y Alegría fueran personas alegres, dotadas de la cualidad más esencial de un verdadero educador: el amor hacia sus alumnos. Despreciaba a aquellos maestros y profesores que se pasaban el día regañando, instalando un clima de miedo en las aulas. Tampoco toleraba a quienes hablaban interminablemente, saturando a sus estudiantes con un monólogo aburrido. Su anhelo era contar con maestros que fueran amigos y crear escuelas bellas, llenas de flores, donde los niños se sintieran verdaderamente felices.
El Padre Vélaz nunca aceptó escuelas oscuras y desoladoras, carentes de patios donde correr y jugar; para él, esas instituciones parecían más cárceles que espacios de aprendizaje. Su visión era crear entornos donde los niños y jóvenes pudieran disfrutar plenamente, aprendiendo no solo a trabajar, sino también a vivir de manera plena, cultivando la amistad y celebrando la vida.
Las escuelas debían ser manantiales de alegría, lugares vibrantes donde se fomenta el deporte, la música, el baile, el teatro y las excursiones; en definitiva, espacios que celebraran la vida en todas sus dimensiones. Todo lo que nutriera la amistad, la confianza, el coraje y la fe.
Fuente consultada: Antonio Pérez-Esclarín PADRE JOSÉ MARÍA VÉLAZ Fundador de FE Y ALEGRÍA
Caracas, 6 de noviembre de 2024
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