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¿Cómo se llamaban las maestras de la primera escuela de Fe y Alegría?

Javier Barrios | Equipo de Comunicación de Fe y Alegría Venezuela
Tomado del libro, Raíces e identidad de Fe y Alegría

Diana, Carmen e Isabel, tres jóvenes de apenas quince años y con solo sexto grado de educación, fueron las pioneras en la enseñanza en la primera escuela de Fe y Alegría, inaugurada en 1955 en la urbanización 2 de diciembre, que más tarde se conocería como el barrio 23 de enero. A pesar de no recibir salario, comenzaron a impartir clases: en la mañana a los niños y en la tarde a las niñas.


Así empezó la escuelita. Además de clases, daban también catecismo, repartían caramelos, bolsas de comidas y actividades lúdicas.


Cada quien traía su sillita y todos estaban felices; algunos se sentaban en cajones. Las clases comenzaron sin pupitres ni pizarrones, con cien niños y setenta niñas sentados en el cemento crudo del piso, bajo la guía de estas tres jóvenes del barrio que asumieron el reto de ser las primeras maestras.


Diana, Carmen e Isabel se destacaron como jóvenes maestras profundamente comprometidas con los niños de la comunidad. Se ingeniaron diversas formas de enseñar, aplicando su creatividad para involucrar a las familias, quienes estaban entusiasmadas e ilusionadas con la escuela. Nuestras educadoras demostraban una admirable perseverancia y constancia, y a pesar de contar con escasos recursos, nunca perdieron el deseo de ser educadoras populares.


Los fines de semana, contaban con el apoyo de jóvenes universitarios que andaban con el Padre Velaz que ofrecían su refuerzo de guías y orientadores. Estos son los protagonistas y los eventos que han definido la fundación de Fe y Alegría, personas y momentos que forjan la identidad.


Diana, Carmen e Isabel no sabían cuándo ni cuánto les pagarían, pero así nació Fe y Alegría. Si la escuela fue un esfuerzo basado en la cooperación comunitaria, lo mismo ocurrió con el profesorado. La escuela funcionaba seis días a la semana, incluyendo los sábados.


Desde ese entonces ya se decía “los maestros de Fe y Alegría son distintos”.


Los estudiantes y el padre José María Vélaz visitaban casa por casa, conversando con los vecinos y escuchando sus problemas. La comunidad se sentía motivada por la visita de estos jóvenes y del sacerdote, quienes llegaban a un barrio tan olvidado y desprovisto de recursos. A través de su esfuerzo conjunto, lograron conseguir tres maestras y dar inicio a las clases. Cada uno de ellos aportó una silla o un banquito, y posteriormente lograron improvisar unos bancos utilizando cajones.


Esa experiencia fue verdaderamente hermosa, como una bendición de Dios. Las familias se acercaban con alegría, felices de que finalmente sus hijos tendrían la oportunidad de estudiar. Por ello, el nombre que se les dio a esta iniciativa es muy apropiado: «alegría de recibir, alegría de dar, alegría de darse». Estos jóvenes se entregaron a la comunidad con fe y dedicación, ofreciendo su tiempo, sus sábados y su trabajo. Cuando se hace bien, se genera un estímulo interno, y esa es, sin duda, la gran alegría que sentimos.

 

Caracas, 16 de enero de 2025

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