Graciela Portillo
Equipo de Comunicación de Fe y Alegría Venezuela
Las madres venezolanas son educadoras por naturaleza. Desde el instante en que sus hijos llegan al mundo, se convierten en sus primeras maestras, transmitiéndoles valores, conocimientos y habilidades que les permitirán enfrentar los desafíos de la vida.
Conscientes del papel crucial que desempeñan las madres en la construcción de un futuro mejor, Fe y Alegría Venezuela ha implementado el proyecto «Madres Promotoras de Paz». Esta iniciativa, puesta en marcha por el Centro de Formación e Investigación Padre Joaquín y Luisa Pernalete como facilitadora, busca formar a las madres de sectores con alto índice de violencia para sembrar paz en los hogares.
Las participantes del programa adquieren herramientas para la resolución de conflictos, la comunicación efectiva y la promoción de valores como la empatía, el respeto y la convivencia pacífica.
María Gabriela Carmona, docente de aula de la Escuela Fe y Alegría Virgen Niña en la ciudad de Caracas y una de las participantes del programa, relata que siente a sus alumnos como si fueran sus propios hijos, a pesar de tener dos: uno de 29 y otro de 23 años.
«Son mis niños porque uno se identifica con cada uno de ellos. Dentro del aula con ellos uno ríe, a veces llora, a veces se pone triste por situaciones que ellos tienen», cuenta Carmona.
En ese sentido, resalta que a través de Madres Promotoras de Paz «rescatamos la historia dolorosa y bondadosa», reflexionando sobre la forma en que han sido criadas y cómo estas experiencias han influido en su manera de educar. «Mi mamá era así», «la abuela de mi mamá era así», dice, reconociendo patrones que pueden ser perjudiciales para sus hijos.
«En la formación nosotras nos hacemos conscientes de lo que estamos haciendo en casa, porque nos dan las herramientas para que, como madres, podamos solucionar pacíficamente las situaciones que se presentan en los barrios, sobre todo con los adolescentes», afirma.
Carmona cree que existe una nueva generación de madres que está rompiendo cadenas de violencia y promoviendo entornos seguros y pacíficos para sus hijos.
Luchas diarias
“Yo vivo la realidad laboral de salarios muy bajos que no nos alcanza para sostener a la familia y yo soy una madre sola y me toca una mayor responsabilidad familiar. Para todas las madres de sectores populares es todo un desafío criar a un hijo y echarlo adelante en medio de las dificultades que tenemos”, aseguró Norelsi Vargas, docente de profesión.
Ella tiene dos hijos: uno de 13 y otro de 15 años. Cada día se levanta entre las 3 y 4 de la madrugada para trabajar de manera online en la redacción de artículos para algunas empresas. Una vez que el reloj marca las 6 de la mañana coloca en pausa el trabajo remoto, y se dedica a hacer el desayuno y despertar a sus hijos para que se alisten para ir a la escuela. Norelsi, también vive con su papá y mamá, quienes además son adultos mayores. Sin embargo, su mamá aún tiene fuerza y la ayuda con algunas labores del hogar.
“Si me toca ir al liceo voy en la mañana, y en la tarde continuó trabajando en la casa y haciendo tareas con los muchachos, esa es la dinámica hasta la tarde noche, donde también trabajo hasta muy tarde, es un trabajo que me pagan por producción, incluyendo los fines de semana”, dice. Sumado a eso las labores domésticas como lavar, planchar o cocinar.
Para Norelsi, ser madre en un sector popular de Venezuela es sobrevivir en medio de un contexto que presenta muchas limitaciones.
“Todo se ha vuelto un sacrificio, lo que antes era una cosa normal como tener agua, electricidad, transporte público, comprar la alimentación diaria, eso hoy es una preocupación constante porque no se resuelve fácil hay que invertir muchos esfuerzos y energía en resolver cosas básicas”, detalló.
Espacios de apoyo
En medio de este difícil contexto, Norelsi también fue una de las participantes del proyecto Madres Promotoras de Paz, una experiencia que calificó como “interesante”, porque le permitió compartir con otras madres de la comunidad y visualizar cómo los problemas les afectan a todas por igual y por otra parte, tener espacios para escucharse.
Una de las reflexiones que Norelsi comenta es la importancia de hablar con los hijos a diario y de compartir con ellos las situaciones, de conocer cómo les fue en el día, sus preocupaciones o logros. Los talleres se convirtieron en espacios de aprendizaje, pero también de reflexión y una revisión constante.
El ambiente donde se desenvuelve Norelsi junto con su familia, es un poco complejo. Ella vive en la comunidad Nuevo Barrio, ubicada en la parroquia La Unión de la ciudad de Barquisimeto, en Lara. Además de los problemas en la prestación de servicios públicos, hay casos de pobreza, desnutrición infantil, delincuencia, consumo de drogas y alcohol, así como violencia intrafamiliar.
A escasos metros queda la Escuela Fe y Alegría Juan XXIII, lugar que ha propiciado los espacios para que las madres representantes de la Escuela se unan a este proceso formativo, de sensibilización y transformación.
Ante las adversidades y las condiciones socioeconómicas desafiantes, las madres venezolanas han demostrado una capacidad extraordinaria de resiliencia, adaptándose a las circunstancias y reinventándose para garantizar el bienestar de sus hijos.
Las madres en Venezuela han asumido un papel protagónico en la educación, el cuidado y la crianza de sus hijos, incluso de aquellos que no son biológicamente suyos, debido a la migración forzada de padres en busca de mejores oportunidades.
En Fe y Alegría Venezuela reconocemos y valoramos la inmensa labor de las madres, quienes con su dedicación y entrega transforman vidas y construyen un futuro más próspero para nuestro país.
Caracas, 12 de mayo de 2024
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